La primera congregación evangélica en Cantabria se constituye en su capital, Santander. La familia Drost (Verner y Betty) es enviada desde Canadá por la misión evangélica Atlantic Mission para poner en marcha este proyecto. Así en 1981, se inaugura el primer lugar de culto con el nombre Centro Cristiano Nueva Vida, en el número 96 de la calle Cisneros.

En 1983, Julio García Celorio y Elisabet Justamante Belda serán los primeros pastores españoles que se harán cargo de la congregación tras ser ordenados pastores.

Desde entonces, uno de los esfuerzos más grandes ha estado dirigido a la socialización del movimiento evangélico. Aunque España es históricamente cristiana y, por tanto, su cultura tiene un fuerte componente religioso, las iglesias evangélicas no gozan de gran aceptación. Esto se debe, principalmente al gran desconocimiento que existe hacia el movimiento protestante y, en especial, hacia la escuela evangélica.

Las iglesias evangélicas predican el evangelio de Cristo como el hijo de Dios que nació de María, la virgen, y que murió en el calvario por los pecados de los hombres y de las mujeres. Que resucitó de la muerte, subió al cielo y volverá a juzgar a los vivos y a los muertos hasta el fin de los tiempos... Además, sostiene que Jesucristo es el único mediador entre Dios y las personas.

La base de la fe evangélica es la Biblia como fuente de revelación y cree en el libre examen que no la libre interpretación. Busca que la gente conozca al Señor Jesús como su Salvador personal y que disfruten de una relación con él. Procura la comunión en comunidad para que las personas se ayuden mutuamente, creyendo en la unidad en la diversidad. Y entiende que el compromiso de los individuos y la comunidad debe estar basado en el principio de justicia social, por ello, buscará siempre dar respuestas a las necesidades de nuestros vecinos y vecinas como parte del servicio a Dios. En palabras de Jesús: “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”.

Nuestra iglesia es evangélica de tradición, busca en la historia litúrgica la forma de servir al Señor según nos dejaron los apóstoles, y es carismática, es decir, cree en la capacidad de los creyentes para edificar espiritualmente a la comunidad cristiana, un don dotado por el Espíritu Santo y que hoy tiene vigencia.